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Las bajas por salud mental entre hombres se disparan un 78%, pero son menos que las de mujeres

El año 2022, los hombres registraron 15 bajas por estrés, ansiedad o depresión por cada 1.000 ocupados, siete puntos más que en 2016. En el mismo periodo las mujeres elevaron su tasa de 17 a 33 bajas laborales cada 1.000 ocupadas.

Posibilidad de un nido - Íntimas nuevas masculinidades
Posibilidad de un nido.

Durante las tres primeras temporadas de Peaky Blinders, su protagonista, Tommy Shelby, ingería una media de una botella de whisky diaria, fumaba 50 cigarrillos y dormía lo equivalente a nada. Vivía atormentado, pero sacaba fuerzas para comandar autoritariamente a su familia, seducir a alguna señora, salir victorioso de una reyerta y elucubrar complejísimos y oscuros negocios.

Shelby es el sumun del ideal de masculinidad: productivo, proveedor, invicto. El personaje encarna alguno de los mandatos de género angulares del patriarcado. Principalmente, ser autosuficiente –no pide ayuda salvo en alguna de las muchas ocasiones en las que está al borde de la muerte–. Pero la realidad dista mucho de esta narrativa. El intelecto y la emoción no pueden desvincularse de un cuerpo que, ante la angustia y el estrés, a veces colapsa.

En 2022, los hombres registraron 15 bajas por estrés, ansiedad o depresión por cada 1.000 ocupados, según la estimación realizada por Público en base a los datos aportados del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) tras una solicitud de transparencia. Esta cifra supera en un 78% la registrada en 2016, cuando sólo se tuvo constancia de ocho bajas cada 1.000 trabajadores ocupados.

En el mismo periodo, las incapacidades temporales solicitadas por mujeres se incrementaron en un 70%, ocho puntos por debajo del aumento de los hombres. Aún así, se contabilizó un mayor número de bajas entre las mujeres. El año pasado ellas registraron 17 bajas más que los varones –33 cada 1.000 ocupadas– ¿A qué se debe esta diferencia entre géneros?

A pesar de que las bajas son sólo un indicador más del estado de salud mental de la población, aportan claves acerca de las tendencias y las diferencias respecto a rasgos tan determinantes como el género. Quedan fuera de estas estimaciones todas aquellas personas sin un contrato laboral legal que les permita acceder a estos derechos.

Empleados de oficina, trabajadores no cualificados en servicios (empleados domésticos, personal de limpieza, ayudantes de cocina, etc), educadores y sanitarios son las profesiones que presentaron cuotas más altas de incapacidades por estrés, ansiedad y depresión.

A excepción de los primeros, todas las profesiones han experimentado un mayor número de bajas entre sus trabajadores, llegando a triplicarse en algunos casos. Es el caso de educadores y sanitarios, para quienes el colapso del sistema sanitario durante la pandemia y el aumento de una ya elevada carga de trabajo supuso un detonante en el incremento de casos de trastornos de salud mental.

Esta circunstancia también se da entre la población femenina, aunque, en el caso de ella, el ranking de profesiones con tasas más altas de bajas por salud mental coloca en el top tres a las trabajadoras de industrias manufactureras (soldadoras, trabajadoras de la madera, el textil, etc.), empleadas de oficina cara al público y las de los servicios de protección y seguridad (policías, bomberas, guardias de seguridad, etc).

Para Pablo Santos, sociólogo especializado en masculinidades, la diferencia entre géneros tiene un doble fondo. "Tendemos a mirar la parte psicológica, pero no la parte material que la sostiene", explica. Las mujeres, en su rol de cuidadoras, suelen tener una doble jornada, –como cuidadoras y como trabajadoras– "que implica tener una carga mental mucho mayor que si se tiene un sólo trabajo".

Según el sociólogo, el trabajo como cuidadoras tiene un peor reconocimiento social, acrecienta la precariedad y tiene una incidencia en la autopercepción de las mujeres y, por tanto, en su salud mental. A este factor se le añade la posición socioeconómica del núcleo familiar.

A pesar de que no existen datos que expliquen la correlación entre renta y número de incapacidades temporales, los expertos consultados confirman que ante una mayor dificultad para llegar a final de mes se reducen las bajas por cualquier tipo de razón, incluidos trastornos de salud mental.

Derecho a la vulnerabilidad

La segunda hipótesis que explica la diferencia de bajas tiene que ver con la dificultad de los varones para reconocerse vulnerables. Según describe Santos, "los hombres tenemos un proceso de socialización con unos roles de género estereotípicos en donde estamos mucho más asociados al universo de la razón y a lo productivo, pero con una desconexión con el mundo más emocional que nos lleva a pedir muchas menos bajas porque implica reconocer la vulnerabilidad".

Además, como proveedores, "la identidad de los hombres que se acogen a los estereotipos masculinos está muy atravesada por su trabajo", apunta Iñaki Lajud, psicólogo de Masculinidad Beta, una asociación enfocada en formaciones sobre nuevas masculinidades. Los datos de todas las incapacidades temporales aportadas por el INSS muestran que las de salud mental entre hombres se encuentran en el puesto nueve del ranking.

Sin embargo, un menor número de tasas está lejos de significar una menor afección de los varones por los trastornos de salud mental. Prueba de ello son las elevadas tasas de suicidios entre hombres –protagonizaron el 74% de las defunciones por esta razón 2021 según el INE– o una mayor incidencia de infartos –61% de los ocurridos en 2021 los protagonizaron hombres– o enfermedades crónicas asociadas al alcoholismo, como la cirrosis –en el mismo año, los varones sufrieron 72% de las muertes por esta razón–.

También, como añade Lajud, "somos más víctimas de accidentes laborales y de tráfico". Considera que "esto tiene que ver con los roles de proveer como proteger, por no mostrarse vulnerables, no pedir ayuda".

Millennials y Generación Z: la salud mental en el centro

Hace tan sólo unos años que la salud mental ha alcanzado el mainstream y son los más jóvenes quienes han liderado este giro narrativo. Ello también se refleja en unas tasas de bajas por estrés, ansiedad y depresión más elevadas entre los menores de 35 años. Este fenómeno se produce, además, en ambos géneros.

En el caso de los hombres, aquellos ocupados más jóvenes, es decir, los que tienen entre 16 y 25 años alcanzan las tasas más altas: 45,8 cada 1.000 trabajadores. Conforme mayor es el trabajador, menos bajas por diagnósticos asociados a la salud mental registran.

También la evolución de las tasas es más pronunciada entre los más jóvenes. Entre 2016 y 2022, los casos de bajas por salud mental entre trabajadores de 16 a 25 años han pasado de 8 a 20 cada 1.000 ocupados. Es decir, que se han incrementado más del doble –un 133% –. Tras ellos, han sido los trabajadores de entre 26 y 35 años los que han visto aumentadas en un 96% sus tasas, pasando de nueve bajas por estrés, ansiedad y depresión por cada 1.000 ocupados en 2016, a 18 siete años después.

Se pueden hacer dos lecturas sobre este fenómeno. Por un lado, la exposición a un mercado laboral más agresivo y precario, además de unas condiciones materiales más complejas reflejadas, por ejemplo, en la dificultad para acceder a una vivienda digna o la pérdida de capacidad de ahorro.

La segunda es la ruptura de los nacidos a partir de los 90 –y en especial los nacidos en el 2000– con mandatos de género que no cumplen la función social que antaño tenían. "Las nuevas generaciones ya no sienten tanta presión por tener que cumplir con ese rol de proveedor", confirma Lajud. De hecho, según el Barómetro de Opinión Infancia y Adolescencia 2021-2022 de Unicef, ocho de cada diez jóvenes se muestran bastante o muy preocupados por la salud mental.

Estas generaciones cuentan con más herramientas para desafiar unos roles que colocan a los hombres en una posición de rechazo a los cuidados y de ficticia autosuficiencia. En este sentido, Lajud subraya que "los hombres tenemos que aprender a cuidar y a cuidarnos", ya que esto "es clave para lograr la igualdad".

Metodología

Los datos de incapacidades temporales (bajas laborales) por trastornos de salud mental usados en este artículo se han obtenido a raíz de una solicitud de transparencia al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS). Abarcan el periodo que va desde el 1 de enero de 2016 hasta el 7 de junio de 2023.

Los datos utilizados incluyen, exclusivamente, las bajas por estrés, ansiedad y depresión

Para las tasas de bajas por cada 1000 trabajadores se han utilizado los datos anuales de ocupados entre 2016 a 2023 de la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE.

En la operación de tasas de bajas por grupo de edad existe un ligero desajuste debido a que los grupos de edad de los datos otorgados por el INSS y los usados por el INE difieren en un año.

El INSS no ha aportado el dato exacto de incapacidades temporales desagregado por CNO, acogiéndose a la Ley 12/1989, de 9 de mayo, de la Función Estadística Pública y alegando que el escaso registro de bajas en algunos casos podría favorecer a una potencial identificación de las personas que han hecho uso de ellas. Por tanto, las cifras que se dan en el texto son fruto del análisis de los datos aportados por el INSS, pero las tasas podrían ser aún mayores.

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