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El chantaje del ultra Orbán vuelve a llevar al límite una cumbre europea: "Si no vetas, cierra la boca"

La UE consigue 'in extremis' abrir negociaciones de adhesión a Ucrania con la tensión al máximo sobre el húngaro, que ha llevado a cabo su enésima artimaña.

El primer ministro de Ucrania, Viktor Orbán, durante la cumbre de líderes de la UE celebrada en Bruselas, a 14 de diciembre de 2023.
El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, durante la cumbre de líderes de la UE celebrada en Bruselas, a 14 de diciembre de 2023. OLIVIER HOSLET / EFE

"Son las reglas del juego. Si eres parte de la decisión y estás de acuerdo con ella después debes mantener la boca cerrada". Son las palabras que pronunciaba el primer ministro belga, Alexander de Croo, después de que la UE diese el paso histórico de iniciar las conversaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia. El primer ministro húngaro, Víktor Orbán, llevaba días dejando claro que no daría su luz verde. Lo llegó a defender con firmeza a su llegada al edificio del Consejo Europeo. Horas después, la noticia saltó por sorpresa.

"Ucrania es uno de los países más corruptos del mundo"; "es una decisión que no beneficia ni a Hungría ni a la Unión Europea"; "no ha cumplido las condiciones que se les exige"; "es una amenaza para nuestros agricultores". Las razones que esgrimía el líder del Fidesz eran muchas y varias. Pero su determinación y su objetivo era uno: paralizar este movimiento en el Consejo Europeo.

La adhesión de Ucrania era el gran elefante en la habitación del Consejo Europeo de invierno. Había mucha presión y emoción en torno a ella, pero las esperanzas muy reducidas. Y, sobre todo, no se esperaba la fumata blanca tan rápida. A su llegada al encuentro, muchos líderes europeos hablaban de preparar las maletas para pasar el fin de semana en la capital comunitaria porque intuían que Orbán no se doblegaría y porque sabían que no podían salir del encuentro sin una buena noticia para Kiev.

¿Qué pasó para deshacer el nudo magiar? En un ejercicio de creatividad, el canciller alemán Olaf Scholz, junto a Charles Michel, cocinó un escenario. Orbán saldría de la habitación. Y ahí se produciría la votación. Así lo acordaron todos de "forma constructiva" logrando el doble objetivo. Por un lado, la UE conseguía colgarse la medalla de avalar un paso tan importante para la moral ucraniana y para la credibilidad europea. Por el otro, el húngaro podía maquillar su recogida de cable y vender que la decisión se tomó sin ellos.

"Comenzar las negociaciones de adhesión con Ucrania es una mala decisión. Hungría no ha formado parte de ella. No está preparado para ello. Es un completo sinsentido, irracional y erróneo", afirmaba el líder ultranacionalista en un vídeo publicado en la red social X (antes Twitter) poco después de la luz verde.

Pero lo cierto es que independientemente de ello, el hecho que no admite matices e interpretaciones y prácticas y jurídicas es que hubo la unanimidad exigida para estas decisiones en el Consejo Europeo. Y a todos los efectos, la Unión Europea comenzará unas conversaciones duras, toscas y largas. Pero el mensaje político y la declaración de intenciones ya está clara tras este paso.

El 'método Orbán'

Lo que ha hecho durante el último Consejo Europeo de este año es una estrategia que tiene su marca. Es el método Orbán. Planta cara a Bruselas. Se aísla del resto de 26 socios comunitarios si es necesario. Lanza una campaña brutal y mediática. Monopoliza las cumbres. Pero a la hora de la verdad termina cediendo.

El líder del Fidesz ha sido, desde el inicio de la guerra en Ucrania, el mandatario europeo más simpatizante y próximo al Kremlin. Critica las sanciones a Rusia y las considera un perjuicio. Pero a la hora de la verdad acaba cediendo. Buena cuenta de ello lo da la aprobación de 12 paquetes de medidas punitivas contra Vladimir Putin, sacados adelante con la unanimidad de los Veintisiete que se exige.

En Bruselas lo conocen a la perfección. Con la cumbre muy incierta e incendiada, la sensación en la capital comunitaria es de una calma tensa. Algunos diplomáticos reconocían que el enfant terrible de la Unión Europea se estaba arrinconando en una situación de la que era difícil de salir. Bruselas allanó el camino para seducirlo.

Horas antes del arranque de la cumbre, la Comisión Europea despejaba los primeros 10.200 millones de euros que tenía bloqueados hasta la fecha al país en el marco de sus vulneraciones al Estado de Derecho. Desde el Ejecutivo comunitario desligan ambos movimientos, aunque el marco temporal en el que se han producido siembran la duda de la sospechosa. Orbán tensa la cuerda, pero en raras ocasiones la rompe. Y en Bruselas están comenzando a crear herramientas para domarlo.

Aun con todo el hartazgo con él es cada vez más notorio. "No podemos aceptar ningún chantaje (…) Lo que decidamos o no decidamos será una señal para Moscú, Kiev, Washington y Beijing", afeaba Petteri Orpo, primer ministro finlandés, a su llegada al encuentro. "No podemos confiar en alguien que pone en peligro el futuro de Europa (…) Tal vez llegue el momento en que tengamos que negociar ya no tanto sobre Ucrania, sino sobre otra persona que no deja avanzar", ha lanzado la primera ministra Evika Silina. "No podemos permitir que el futuro de Europa sea marcado por un aspirante a dictador", afirmaba el presidente de Los Verdes, Phillipe Lamberts. "No creo que le corresponda dar lecciones. Si hay un país que no siempre respeta las normas europeas es el suyo", espetaba De Croo.

La Unión Europea ha salvado los muebles in extremis. Para los 26 países, dar esta buena noticia a Ucrania era una prioridad de máxima relevancia. Con ella, inyecta una buena dosis de moral a la ciudadanía y al Ejército ucraniano, que afronta una situación sobre el terreno complicada y un invierno muy difícil. Y en paralelo consigue mantener la unidad, la credibilidad y las promesas a Kiev. El consenso y la determinación del club comunitario en torno al apoyo a Ucrania apenas ha sido contestado a lo largo de estos 22 meses de guerra. Pero es cada vez más difícil mantenerlo.

Y Orbán parece que todavía no ha dicho su última palabra. En la UE ha perdido a su mejor aliado, el Partido Ley y Justicia (PiS) polaco, pero dentro de un año puede ganar uno muy valioso al otro lado del Atlántico: su admirado Donald Trump.

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