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Tragicomedia de Ciudadanos en cinco actos

El partido claudica y renuncia a presentarse a las elecciones del 23J. No ha existido en la política española un auge y un desplome tan vertiginosos: ningún partido pasó del cielo al infierno tan rápido como lo hicieron los 'naranjas'.

Despedida Ciudadanos
La exlíder de Ciudadanos, Inés Arrimadas (d), abraza al secretario general de Ciudadanos, Adrián Vázquez, al finalizar la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del Comité Nacional el pasado martes. Mariscal / EFE

Ciudadanos firmó este pasado martes su certificado de defunción al no presentarse a las elecciones del 23 de julio. Pese a la resistencia mostrada por alguno de sus dirigentes –Edmundo Bal y Francisco Igea se han quejado amargamente por la decisión–, el partido naranja ha puesto punto final a su historia ante la evidencia de que ya no es una formación útil. Su estrepitoso fracaso en las elecciones autonómicas y municipales así lo confirma. 

Este final, sin embargo, no sorprende a nadie. Esta es, como reza el tópico, la crónica de una muerte anunciada, la de un partido que estuvo a punto de serlo todo y ha terminado por entregar las armas entre la resignación y el hastío de los 300.000 votantes que aún le otorgaron su confianza el pasado domingo.

No hay un precedente en la política española de un auge y un desplome tan vertiginosos: ningún partido pasó del cielo al infierno en tan breve lapso de tiempo como lo hizo Ciudadanos. La trayectoria de los naranjas, de principio a fin, puede escribirse en varios actos, algunos de ellos muy recordados.

Acto 1. El Podemos de derechas

La vida de Ciudadanos ha sido corta pero intensa. Nació en 2006 en Catalunya con el único propósito de ser un dique de contención al nacionalismo. Albert Rivera, el líder histórico de la formación, se presentó al mundo político literalmente desnudo y logró un gran impacto en la campaña de las elecciones autonómicas catalanas de aquel año. Aquel primer cartel electoral fue premonitorio: el rey siempre estuvo desnudo.

Dieron el salto a la política nacional de la mano del poder económico

Durante ocho años y gracias a una labor de zapa, Ciudadanos se convirtió en el azote del nacionalismo y del independentismo en Catalunya. En 2015, ante la irrupción de Podemos y las grietas abiertas en el bipartidismo, Rivera y los suyos dieron el salto a la política nacional de la mano del poder económico. Al principio todo era idílico: buenos resultados electorales, buen trato de los medios de comunicación y un discurso de firmeza contra el independentismo catalán que llevó al partido a ganar las elecciones en Catalunya en diciembre de 2017 con 36 diputados. Ahí alcanzó Ciudadanos su cénit.

Cs venía para regenerar la política española, pero casi 17 años después de su fundación, la formación naranja echa el cierre con la sensación de que ha fracasado en el intento. Sin embargo, hay quien sostiene que los naranjas nunca fracasaron, que en realidad cumplieron a la perfección el papel que les encomendó el Ibex, el de aglutinar el voto desencantado del bipartidismo y convertirse, como dijo en 2015 Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell, en "un Podemos de derechas". Una vez logrado dicho objetivo, con la ola reaccionaria a las puertas y el bipartidismo recuperando posiciones, parece que Ciudadanos se ha convertido en una fuerza prescindible.

Acto 2. El 'no' a Pedro Sánchez que le salió muy caro a Rivera

Durante tres años los vientos soplaron a favor. A principios de 2018, todas las encuestas situaban a Ciudadanos a la cabeza en intención de voto. El sorpasso al PP era más que posible. Pero entonces llegó la moción de censura de Pedro Sánchez y ahí Ciudadanos empezó a zozobrar.

La llegada del PSOE a la Moncloa alteró los planes de Ciudadanos. Rivera y su equipo, que esperaban plácidamente el hundimiento del PP de Mariano Rajoy para tomar el relevo, decidieron romper entonces todos los puentes con el PSOE de Pedro Sánchez, a quien atacaron con saña. Los números surgidos de las elecciones generales de abril de 2019 daban para una coalición con el PSOE, pero ya era demasiado tarde para recomponer la relación con el líder socialista y Rivera desechó esa posibilidad. El líder de Ciudadanos apostó por liderar el bloque de la derecha a pesar de que se presentaba como un partido de centro, liberal y con vocación de hacer de bisagra entre "rojos y azules".

Los números de las elecciones de 2019 daban para una coalición con el PSOE, pero Rivera desechó esa posibilidad

A todo ello hay que añadir que Rivera decidió entregar prácticamente de forma incondicional tres Gobiernos autonómicos –Madrid, Murcia y Castilla y León– y varias capitales de provincia –entre ellas Madrid– a un PP en horas muy bajas. Con esa decisiones, Rivera cavó su tumba: los electores no entendieron estos movimientos y castigaron a Ciudadanos. La formación naranja pasó de 57 diputados en abril de 2019 a diez en noviembre de ese año. Aquella noche Rivera se despidió de la política.

Acto 3. El adoquín, un intento desesperado por sobrevivir

Pero antes, tras su negativa a pactar con Sánchez y el PSOE y su decisión de insuflar aire a un PP cercado por la corrupción, las encuestas ya habían cambiado de signo. A partir del verano de 2019, el partido naranja entró en barrena. Ciudadanos perdía posiciones a toda velocidad.

Atrapado en su laberinto, Rivera buscó constantes golpes de efecto durante la campaña de las elecciones de noviembre de 2019. Hubo uno que fue muy recordado por su simbolismo: Rivera sacó un adoquín en el único debate electoral para censurar a Sánchez que no hiciera nada ante las protestas desatadas en Catalunya por el juicio a los políticos del procés.

Albert Rivera fiaba su remontada a aquel debate, pero todo le salió mal: estuvo muy desdibujado y se le vio nervioso. Y lo del adoquín no le sirvió para nada; muy al contrario, quedó como una sobreactuación que censuró mucha gente.

Acto 4. El ineficaz liderazgo de Arrimadas y el lío de Murcia

Rivera no se fue solo. La espantada fue generalizada. La mayor parte de los dirigentes de Ciudadanos se marcharon con su jefe de filas cuando se abrieron las primeras vías de agua en el barco. Inés Arrimadas se quedó y accedió al liderazgo del partido en marzo de 2020 tras un proceso de primarias. Junto a ella también permaneció Edmundo Bal, como portavoz adjunto en el Congreso. Entonces llegó la pandemia. Pese a ello, bajo el liderazgo de Arrimadas, Ciudadanos empezó a remontar en las encuestas –en febrero de 2021 el CIS otorgaba a los naranjas un 9,3% en intención de voto frente al 6,86% obtenido por Rivera en noviembre de 2019– alternando un discurso agresivo con Pedro Sánchez por pactar con ERC y Bildu con apoyos ocasionales al Gobierno en medidas de calado social.

Pero la tenue remontada que entreveía el CIS no resultó del todo real: en febrero de 2021, Ciudadanos sufrió otro batacazo electoral en las elecciones autonómicas catalanas tras lograr sólo seis diputados. Y poco después llegó el fatídico mes de marzo de 2021. Ese día la posible remontada de Ciudadanos se cortó de cuajo.

En la moción de Murcia, tres consejeros de Cs se pasaron a las filas de los populares

En un intento por desvincularse del PP por sus pactos autonómicos y refundar el partido, Arrimadas acordó una moción de censura con el PSOE en la Región de Murcia, pero tres consejeros de Ciudadanos la dejaron a los pies de los caballos y se pasaron a las filas de los populares. Aquello provocó un seísmo político de notables consecuencias: Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, echó de su Gobierno a los consejeros de Ciudadanos y convocó elecciones para mayo de 2021. Ciudadanos se quedó fuera de la Asamblea de Madrid y ahí empezó su cadena imparable de reveses electorales.

Acto 5. Arrimadas tira la toalla y entra una nueva dirección

Un nuevo desastre en las elecciones autonómicas en Castilla y León en febrero de 2022, donde Francisco Igea logró el único diputado autonómico que a día de hoy le queda a Ciudadanos, terminó por convencer a propios y extraños que aquello ya no tenía solución. Arrimadas adoptó desde entonces un perfil mucho más bajo y las voces críticas afloraron dentro del partido. Cansada y sin muchas ganas de pelea, Arrimadas dejó la presidencia del partido en enero de este 2023. Lo hizo, además, enfrentándose con Edmundo Bal, empeñado en seguir adelante. Bal se presentó a las primarias y perdió contra Adrián Vázquez y Patricia Guasp, los dirigentes que el martes anunciaron la claudicación de Ciudadanos.

Como cualquier otro final, el de Ciudadanos es amargo y triste. Sus dirigentes se preparan ahora para el día de después. Inés Arrimadas ya ni siquiera vive en Madrid; se ha mudado a Jerez y está más pendiente de su nueva vida que de la política. Edmundo Bal también está pensando en volver a la Abogacía del Estado, aunque no escatima reproches a la actual dirección. Ya sólo falta poner fecha a la muerte del partido. Aunque nadie se atreve por ahora a decirlo en voz alta, Ciudadanos ha muerto. Ya sólo queda que descanse en paz.

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