Público
Público

Tomas falsas de la campaña (18): Feijóo, ese cuñado de derechas que querrías tener en La Moncloa

El líder del PP brujulea entre sus contradicciones para normalizar los pactos con Vox y seguir apareciendo como un moderado ante el electorado de centro.

9/7/23 Feijóo, el domingo en Pontevedra
Feijóo, el domingo en Pontevedra. Lavandeira JR / EFE

Que las elecciones se ganan en el centro es algo que no sólo defiende cualquier politólogo, sino cualquier analista amateur que se siente un domingo a comer paella con su familia política y desee atraer el voto de su parentela indecisa. Claro que el centro es un concepto lábil, tanto en política como en la mesa grande del jardín, que no depende tanto de dónde se siente uno mismo si no de dónde se sitúen sus extremos.

De esa forma, tu posición como comensal, o como candidato si se da el caso, no es cosa tuya, sino más bien de tu cuñado, ese tipo lenguaraz y tragaldabas que si arrima la silla a tu lado puede arruinarte la comilona, pero que a la vez, ante los tuyos, te situará como un tipo moderado de esos que no se dejan llevar por el estómago a la hora de compartir pitanza. O sea, lo comido por lo servido.

Alberto Núñez Feijóo necesita a Santiago Abascal para parecer tan de centro que no necesite pactar con él, pero lo tiene difícil porque durante el aperitivo ha tenido que repartirle raciones y raciones de poder. Por eso ha dedicado buena parte de recursos dialécticos de precampaña a intentar con disimulo que la ultraderecha esté bien servida y lo pete, pero no tanto como para que Vox le deje sin socarrat.

En el mitin de este domingo en Pontevedra –la ciudad talismán sobre la que Feijóo quiere construir el PP de ahora a imagen y semejanza de la Valéncia del PP de antes–, el aspirante popular quiso convertirse en ese cuñado de derechas que todos querríamos tener en La Moncloa si no tuviéramos más remedio que tener en La Moncloa a un cuñado de derechas.

Lo hizo rodeándose de la plana mayor del PP estatal -Cuca Gamarra, Miguel Tellado, Elías Bendodo, Esteban González Pons, Dolors Montserrat- y de sus incondicionales en Galicia -Alfonso Rueda, Diego Calvo, Francisco Conde, Paula Prado e incluso el recién defenestrado velocista Manuel Baltar. También asistieron mitos vivientes del partido como Mariano Rajoy y José Manuel Romay Beccaría.

"¡Qué guapo eres y qué bien hablas, presidente!"

Ante ellos, Feijóo "estuvo grandioso", en palabras de una simpatizante de Allariz que le gritaba "¡qué guapo eres, presidente, y qué bien hablas!" desde el tendido cinco de la plaza de toros. A su alrededor nadie dudó de que tenía razón, sobre todo en lo segundo.

Feijóo interpretó a la perfección un discurso serio y bien hilado cargado de sentimientos y de emoción, en el que se describió a sí mismo como un político honrado, sincero y prometedor. Utilizó para ello la contraposición con su rival, y lo hizo con maestría, para, sin insultarle, dejarle a la altura de los zapatos como un adalid de la mentira y la indecencia en la gestión de la res publica.

"Yo no seré Pedro Sánchez, seré el que conocéis y el que habéis votado", dijo a un auditorio más entregado aún que la señora de Allariz. Hay que "romper los bloques políticos que ha construido el sanchismo" y "cambiar las alianzas en contra por los pactos de Estado", añadió, sin mencionar, claro, al Consejo General del Poder Judicial ni la reforma laboral que el PP votó en contra y recurrió en el Constitucional pero que no derogará si gobierna porque, caramba, quién lo iba a decir: funciona.

Se llenó el ruedo de Pontevedra, reservado a periodistas y autoridades, y también los tendidos, repletos simpatizantes venidos de toda Galicia en autobuses y vehículos particulares con familias enteras deseosas de aplaudir y abanderar a ese humilde "chaval de aldea", como se autodescribió Feijóo, que ahora borda las paellas por España adelante.

Unos y otros se fundieron en abrazos y selfies cuando terminó el mitin y la bien organizada seguridad del acto permitió a los de arriba bajarse a la arena y fotografiarse con los de abajo, o al revés. "Esta foto la vamos a enmarcar", dijeron dos entregadas militantes del PP de Guitiriz, en Lugo, enseñando en el móvil la imagen que Feijóo les regaló, mientras su cuñado, uno de los concejales populares recién elegido en el Ayuntamiento de la localidad, se quedaba en una esquina vigilando a los niños.

Todos habrían adorado sentar a Feijóo a su mesa de domingo, aunque tuvieron que conformarse con compartir churrasco mixto y pimientos de padrón –no se prodiga mucho la paella en los menús de las terrazas  de Pontevedra, donde el alcalde es del BNG– con otro cuñado de izquierdas que, por casualidad, tuvo que estar en Pontevedra ese mismo día. "Bueno, también es majo. A ver si le convencemos", añadieron.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias