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Mediterráneo oriental La tensión entre Grecia y Turquía moviliza a los países de la región

En las últimas semanas se han incrementado las tensiones entre Grecia y Turquía, dos países aliados en la OTAN que se disputan la frontera marítima. La riqueza de gas del Mediterráneo oriental está detrás de esta escalada en la que algunos países están adoptando posiciones generalmente favorables a Grecia.

Maniobras navales
Maniobras navales de Grecia y Francia en el Mediterráneo occidental. (EFE)

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Las disputas marítimas entre Turquía y Grecia han vuelto a primera línea en los últimos meses debido a las prospecciones que se llevan a cabo en aguas del mar Egeo. Grecia ha reclutado el apoyo de Egipto, Israel y los Emiratos Árabes Unidos principalmente, tres países que denuestan el islam político que lidera el presidente Recep Tayyip Erdogan.

Las tensiones han afectado negativamente a las relaciones griego-turcas desde los años setenta, y en dos ocasiones, en 1987 y 1996, los dos aliados en la OTAN han estado a punto de llegar a hostilidades militares. Turquía no ha firmado distintas convenciones internacionales de derecho marítimo al no estar conforme con sus regulaciones.

La cuestión es que algunas islas griegas están pegadas a la península de Anatolia, de tal manera que reducen significativamente la jurisdicción de la plataforma continental turca. Ankara sostiene que la delimitación prevista en las convenciones internacionales es injusta y le impide el acceso a recursos a los que debería tener derecho, una demanda que se ha agravado con las recientes exploraciones.

Mientras Atenas se ha mostrado esta semana favorable a facilitar una desescalada a condición de que cesen las "provocaciones" de Turquía, Erdogan ha dicho que está dispuesto a negociar siempre y cuando Turquía pueda ejercer su soberanía en lo que ya es suyo, es decir negociar sin renunciar a las exploraciones de gas.

Los EAU han enviado a Grecia nueve cazas para participar en maniobras militares. Además, buques y aviones franceses están participando en maniobras en la zona junto a Grecia y Chipre, mientras que Turquía lleva a cabo unas maniobras paralelas. Aunque todos los países están actuando con sumo cuidado, la situación podría desbordarse en cualquier momento.

Occidente sigue considerando que todo el Mediterráneo es el Mare Nostrum de los romanos, un mar en el que el Reino Unido y Francia, bajo la supervisión de Estados Unidos, deciden lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse. La dominación de las potencias occidentales, que arrancó con la batalla de Lepanto en 1571, es la que cuestiona Turquía.

Erdogan ha rechazado el Tratado de Lausana de 1923 mediante el que Turquía aceptó las fronteras que le impusieron las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. En una reunión con alcaldes turcos celebrada en 2016, Erdogan manifestó que Turquía no podía aceptar el Tratado de Lausana puesto que no era racional que su país no tuviera jurisdicción sobre el mar que rodea a unas islas tan cercanas que los habitantes de la costa pueden comunicarse a voces con los de las islas. Y añadió que Turquía va a luchar para cambiar sus fronteras marítimas y aéreas, ya que firmar el Tratado de Lausana fue un error.

Occidente sigue considerando que todo el Mediterráneo es un mar en el que él decide lo que debe hacerse

La posición de Grecia y de las potencias occidentales es justamente la contraria. Se acogen al derecho internacional y a las convenciones en vigor, un planteamiento que comparten otros países de la región enemigos de Turquía, incluido Israel, un país que está extrayendo gas de una zona disputada por Líbano sin que nadie se lleve las manos a la cabeza, y que además está construyendo un gasoducto hacia Europa a través de aguas que Ankara reivindica.

Sin embargo, las leyes y tratados internacionales cambian y eso es a lo que aspira Erdogan. El contexto de 2020 no es el de 1923 y esto es algo que puede verse en otros muchos lugares del planeta, como por ejemplo con la situación de Taiwan con respecto a China. Actualmente la hegemonía occidental no es tan sólida como lo era en el pasado y existen potencias, como China, Rusia, India o Turquía, que en las dos últimas décadas la están cuestionando.

Los fundamentos legales que se establecieron tras las dos guerras mundiales han quedado obsoletos en numerosos lugares, y esto es exactamente lo que está ocurriendo en el Egeo, y lo que está sucediendo con la península de Crimea o en Hong Kong. En el caso del Egeo, las consideraciones que hay sobre la mesa son principalmente, aunque no exclusivamente, económicas.

Seguramente, es cierto que Erdogan también tiene en mente consideraciones de política interior, puesto que sabe que la disputa fronteriza con Grecia moviliza a gran parte de su pueblo, y con él están de acuerdo desde la mayoría de las élites hasta las clases más humildes.

El hecho de que Francia se haya alineado con Grecia y sus aliados también puede tener una explicación económica puesto que las grandes compañías petroleras tienen un gran interés en los yacimientos que pueda haber en el este del Mediterráneo. De hecho, empresas de Francia, como Total, e Italia están participando en proyectos de exploración y explotación en Chipre, Grecia y Egipto.

En Turquía se afirma que lo que buscan las potencias occidentales es mantener el control estratégico del Mediterráneo oriental apelando a leyes y tratados internacionales como coartada. En este sentido, los occidentales simplemente quieren que las cosas sigan como hasta ahora no por amor al arte sino porque eso les beneficia más que los cambios que propone Ankara.

En este contexto, es interesante observar que por ahora Estados Unidos está manteniendo una posición neutral. La presencia militar americana en el Mediterráneo oriental es considerable, pero su actitud de neutralidad puede explicarse tal vez por el deseo de Washington de que Turquía no estreche sus relaciones con Rusia todavía más.

En cuanto a la Unión Europea, existe una clara división entre países que exigen la adopción de duras medidas contra Turquía, como es el caso de Francia, Grecia y Chipre, y países que quieren resolver el problema mediante el diálogo, como Alemania, España e Italia.

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