Los números

Integrantes de entidades sociales impulsoras de la iniciativa legislativa popular avalada por casi 700.000 firmas.- EFE/ Borja Sánchez-Trillo
Integrantes de entidades sociales impulsoras de la iniciativa legislativa popular avalada por casi 700.000 firmas.- EFE/ Borja Sánchez-Trillo

Vivimos en una época donde los números son determinantes para tomar decisiones. Un protocolo se activa cuando un número lo dice, usamos números para explicar que algo es catastrófico o excepcional, el número define un titular o es indispensable para generar una noticia. Sin embargo, los números no son nada. Los números, de hecho, no son importantes para la mayoría de las cosas relevantes de nuestra vida y de nuestra humanidad. 

La semana pasada, por ejemplo, se dio un paso muy importante para avanzar con el proyecto de Ley que permitiría regular a las más de 500.000 personas sin papeles de nuestro país. Pero ¿son muchas 500.000 personas? Pues, convendrán conmigo, que son pocas y demasiadas. Si hablamos de estadísticas poblacionales en el conjunto del mundo, medio millón de personas no es nada. Si hablamos de valores y derechos, una sola persona oprimida y maltratada impunemente por no tener papeles ya es demasiado, por lo menos para mí. 

¿Qué número marca los límites del bien y del mal? ¿Cuántas personas es aceptable que mueran en Gaza? ¿Y en el mar o en el desierto durante una trayecto migratorio? Yo creo que ninguna. Y sin embargo, parece que estamos esperando a que un número marque el inicio de un protocolo que active algo, no se sabe bien qué, que haga que todo pare. Decenas de miles de muertos, ¿cuántos hacen falta para que un sistema o una acción sean inadmisibles?

¿De dónde viene esta obsesión por los números? Sin duda, un punto de inflexión se encuentra en la Ilustración, cuando la ciencia se convirtió en la nueva religión y empezó a explicar lo inexplicable y por desgracia también a justificar lo injustificable. Números y estudios que vinieron por ejemplo a apoyar el racismo tan conveniente en pleno auge de la esclavitud. Porque no nos engañemos, todo se puede demostrar con números si nos ponemos. Así nacen en los años 50 los Think Tanks, esas estructuras al servicio de la industria del automóvil de Detroit diseñadas para demostrar, con números, que los mejores futuros eran los determinados por los intereses comerciales de los productores de coches. Lo que somos ahora es el producto de esta suma de muñecas rusas numéricas que nos arrastran hacia espacios donde la intuición y la espiritualidad no tienen cabida y no se consideran conocimiento. 

Y así el abuso del número es uno de los mayores escollos que tenemos que superar en la sociedad actual. Liberarnos de esa sensación de que hay que probar numéricamente que algo es bueno o malo. La realidad es que los números son solo decoraciones de ideas que ya hemos aceptado, y así los interpretamos. Tomamos las decisiones de juicio en base a estados de percepción y aceptación que no necesitan valoración numérica. En el caso de las migraciones esto es así hasta limites insospechados. El ejemplo mas sangrante son los datos de entradas irregulares. La percepción es que hay hordas de personas africanas entrando a nuestro país en cayucos todo el tiempo. La información que recibimos habla de de miles de personas, llegando. Y nos parece mucho. Pero cada año entran en nuestro país unas 700.000 personas en total y apenas 50.000, en el peor de los casos, son entradas irregulares por la frontera sur. 

La percepción no se cambia con los números aunque parezca que sí. Por desgracia, las opiniones no se cambian con la verdad. El conocimiento nos ayuda a crear sobre bases solidas. Que nadie piense que soy una negacionista, al contrario, soy una ingeniera un poco obtusa más bien. Pero las percepciones se cambian con narrativas. Un número sin voz no cambia las percepciones. Un número sin espíritu, sin convicciones, no cambia las percepciones. Las historias bien contadas, sí.