Otras miradas

Lo necesario, lo urgente y Gaza

Fernando Luengo Escalonilla

Economista

Una vista de los escombros en el destruido Hospital Al Shifa durante una inspección de la Organización Mundial de la Salud.- edros Adhanom Ghebreyesus/REUTERS
Una vista de los escombros en el destruido Hospital Al Shifa durante una inspección de la Organización Mundial de la Salud.- Tedros Adhanom Ghebreyesus/REUTERS

Lo necesario es urgente. Este tiene que ser un principio básico de la acción política de los partidos de izquierda, los sindicatos y los movimientos sociales.  

No es un juego de palabras ni un pronunciamiento retórico sin consecuencias prácticas, como tantos otros mantras a los que desgraciadamente nos han acostumbrado y nos hemos acostumbrado. Los tiempos importan y mucho, en asuntos trascendentales hay que hacer las cosas ahora, no admiten demora, de no abordarlos estaremos más adelante en otra situación, distinta, peor o acaso irreversible. Y ya lo sabemos o deberíamos saberlo, los costes de la inacción o del tuya-mía, además de ser inaceptablemente elevados, se reparten de manera desigual. Caldo de cultivo para las derechas. 

Las respuestas tienen que ser inmediatas y contundentes. 

Lo anterior, como principio básico, se puede aplicar a ámbitos cruciales como la lucha contra la desigualdad o a la hora de abordar el cambio climático... Hay que actuar sin demora y hay que aplicar políticas que estén a la altura de esos desafíos. No es suficiente con decir "las cosas han mejorado" o "vamos por el buen camino"; no sólo porque muchas veces no es cierto -¡a menudo, los datos se retuercen sin piedad hasta que dicen lo que tienen que decir!-, sino porque la población cuyas condiciones de vida está empeorando, los pobres de solemnidad, los jóvenes a los que se niega un presente y un futuro, las mujeres víctimas del patriarcado que no cede en sus privilegios, y un planeta degradado hasta límites desconocidos necesitan mucho más que lo que representan esas frases; menos retórica grandilocuente y más ambición, más compromiso, más decencia a la hora de afrontar los grandes retos a los que urge hacer frente.  


Lo anterior como planteamiento general, pero ahora quiero centrar mi reflexión en lo que está ocurriendo en Palestina. Nos llegan noticias, imágenes, reportajes... que, con toda seguridad, son un pálido reflejo de lo que allí sucede. Y nos llegan también publicaciones que están en la intoxicación y la mentira. No son pocas. Un ejemplo entre otros muchos: en un reciente informe del prestigioso Economist Intelligence Unit se habla de la "guerra entre Israel y Hamas". ¡No es una opinión, es una falsedad! 

Sin medias tintas, el gobierno y el ejército de Israel están cometiendo un genocidio en toda regla, al que estamos asistiendo en directo. Ahora mismo, cuando escribo estas líneas, están muriendo centenares de personas como consecuencia de la acción de los francotiradores, las bombas, el hambre o la enfermedad. Se estima que más de 30.000 mil gazatíes han sido asesinados, muchos de ellos niños y niñas; cualquier cálculo es una aproximación, hay muchos más entre los escombros y otros tantos que quedan fuera del radio de acción de las estadísticas. 

Se está llevando a cabo con total impunidad una política de exterminio y expulsión de la población palestina.  


Si miramos hacia la Unión Europea -sí, ese proyecto que pretendía simbolizar el progreso y la paz, la igualdad y la justicia, la Europa de los pueblos... bla, bla, bla- siento vergüenza y asco. Porque, más allá de los pronunciamientos, vacíos e hipócritas, en realidad ha apoyado y sigue apoyando a Israel, siguiendo la hoja de ruta de Estados Unidos, país que continúa siendo el principal apoyo de la política genocida, como principal proveedor de armamento, también bloqueando resoluciones y actuaciones en los organismos internacionales. Algunos gobiernos y políticos comunitarios están respaldando el genocidio de manera explícita -como, por ejemplo, el alemán y el francés y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen-, otros, ante la magnitud de la masacre, intentan ponerse de perfil o hacen declaraciones pretendidamente equidistantes; abrir pasillos humanitarios, pedir aclaraciones a algunos "excesos" del ejército israelí. Y hay se quedan. 

¿Qué hace nuestro gobierno, que se reclama de izquierdas, al respecto? Más que muchos, eso es indudable. Denuncia del genocidio, pronunciamiento a favor de la existencia de dos Estados y de la realización de una conferencia de paz (¡tan rápido como sea posible!)  o condena del asesinato de los cooperantes de la Organización no Gubernamental World Central Kitchen, "exigiendo" al gobierno de Israel una aclaración de lo sucedido.  

Bien, aunque insuficiente a todas luces. Si no se da un paso adelante, esas declaraciones tienen poco valor o, simplemente, quedan en nada. Frente a la indecencia que recorre a Europa, valoro como se merece esa toma de posición, pero es necesario más, mucho más. No hay que esperar ni depender de lo que en este sentido hagan las instituciones comunitarias, instaladas en un insoportable compás de espera o, peor aún, mirando hacia otro lado, convirtiéndose de hecho en cómplices de la política de exterminio que se está llevando a cabo en Palestina. 


Así arrancaban estas reflexiones "lo necesario es urgente". Hay que intervenir con determinación, porque si no se hace, el gobierno y los partidos que lo sostienen están en el escaparate. Hay que tomar medidas inmediatas, romper las relaciones diplomáticas con Israel y prohibir el comercio con ese país (en primer lugar, el que tiene que ver con la compra/venta de armas y de tecnología militar). Todo lo que no sea actuar ya en esa dirección significa de hecho convertirse en cómplices de la política israelí.  

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