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El ‘baby-clash’ o por qué la llegada de los hijos puede dinamitar tu pareja

“Aviso de tormenta: cuando llega el niño, la vida conyugal no siempre es un largo río en calma”. Esta es una de las frases que se puede leer en El baby-clash, la pareja a prueba del niño, el libro del psiquiatra francés Bernard Geberowicz y su compañera Colette Barroux que desarrolla este concepto que sintetiza las crisis de pareja tras la llegada de un hijo. 

Porque la maternidad y la paternidad pueden ser una de las grandes experiencias que vive el ser humano a lo largo de su vida, pero también es todo un tour de force para la salud mental (y física) del individuo. A continuación, te explicamos cómo se manifiesta este baby-clash y qué cable tenéis que cortar para que vuestra pareja no salte por los aires.

‘Baby-clash’, la crianza como desafío en pareja 

Una familia - Fuente: Pexels
Una familia – Fuente: Pexels

Hace dos años, la Asociación Española de Abogados de Familia publicó su IV Observatorio de Derecho de Familia con conclusiones elocuentes: el 32% de las parejas españolas señalaba el desgaste y la falta de comunicación provocada por la crianza de los hijos y/o el trabajo como principal causa de divorcio. En este sentido, según las estadísticas del INE, el 43,1% de los divorcios han tenido lugar en 2022 en parejas que tenían solo hijos menores de edad. 

El vocal de la AEAFA era muy claro en la explicación de estos datos: “la excesiva dedicación al trabajo, la complicada conciliación laboral y familiar o la frecuente sobrecarga de uno de los miembros de la pareja en las labores de la crianza y las propias del mantenimiento del hogar, entre otros aspectos, propician la ruptura”. 

En otros países occidentales, los datos son similares como muestra un estudio de ELABE en Francia: el 66% de las mujeres encuestadas experimentaron conflictos y tensiones con su pareja durante el nacimiento de su hijo. El 20% de las parejas incluso admitió haber estado a punto de separarse

¿Por qué estas estadísticas tan aparentemente paradójicas? ¿No habíamos quedado en que la maternidad y la paternidad era una etapa “preciosa” de nuestras vidas y que iba a estrechar los lazos con nuestra pareja? Sí y no. Desde luego, tener un hijo no es como en las películas pronatalistas ni en los perfiles de las instamamis más estupendas: nadie nos había hablado de la falta de sueño, del fin de la privacidad, de la avalancha de responsabilidades, de la falta de complicidad (y sexo), de las estrecheces económicas, etc. 

‘Baby-clash’: las causas

Una familia - Fuente: Pexels
Una familia – Fuente: Pexels

Por supuesto, cada caso es diferente y el proceso de crianza de un bebé no siempre supone el mismo grado de baby-clash en la pareja, pero buena parte de los síntomas que señalamos a continuación son comunes a la mayoría de las parejas, independientemente de su contexto vital y carácter personal. 

  • Depresión postparto. La mayoría de las madres que han dado a luz presentan melancolía postparto (también llamada baby-blues), que suele incluir cambios del estado de ánimo, episodios de llanto, ansiedad y dificultad para dormir que, en el caso de algunas madres, se puede agravar hasta desembocar en una depresión. Pero ya lo dice la Clínica Mayo: no se trata de un defecto de carácter ni de una debilidad. Ni se te ocurra avergonzarte por ello. 
  • Depresión en hombres tras el nacimiento de su hijo. Como os explicamos, muchos hombres también sufren graves complicaciones emocionales tras el nacimiento de su hijo. Sin embargo, el hecho de denominarla depresión postparto tal vez sea conflictivo ya que es un proceso diferente al de la mujer en el que, por ejemplo, intervienen directamente factores hormonales.  
  • Agotamiento y estrés. Los cambios en las rutinas diarias y el exceso de actividad, sumado a la falta del sueño, agotan y estresan a la pareja. 
  • Falta de comunicación. Menos tiempo, menos tranquilidad, más cansancio, menos ganas de hablar. 
  • Diferencias de expectativas y experiencias. La pareja se enfrenta a un reto para el que pueden tener expectativas y experiencias diferentes, lo que genera conflictos. 
  • Intervencionismo familiar. Las respectivas familias de la pareja hacen acto de presencia ayudando… y perjudicando, aunque sea con la mejor de las intenciones. 
  • Falta de privacidad. Para unos padres primerizos, el hecho de convivir con un nuevo ser supone un cambio en sus rutinas a nivel de pareja, desde la propia comunicación a las relaciones sexuales. 

‘Baby-clash’: ¿cómo sobrevivir en pareja a la crianza de un hijo? 

Una familia - Fuente: Pexels
Una familia – Fuente: Pexels

Siempre intentamos evitar en la medida de lo posible el lado más superficial de los manuales de autoayuda porque confiamos en vuestro sentido común y capacidad crítica. Y en este caso no será una excepción, así que no te diremos lo que ya sabes: que tener un hijo es muy bonito, que hay que ser asertivo, que hay que dormir, que debes anticiparte a las dificultades y sacar tiempo para disfrutar en pareja. Todo eso está muy bien, pero ahora los consejos de verdad. 

  • Aprended a discutir. Sí, discutir en el sentido que nos lo explica la RAE, alegando razones para defender tu postura y expresando tu parecer. Pero nunca escondáis los problemas bajo la alfombra hasta encontrar el momento para hablar, hasta que el bebé os deje un poco de tiempo, porque no os lo va a dejar “nunca”. Siempre estará ahí. Y cuando ya no esté, vosotros ya quizás estéis jubilados y será tarde para discutir y todo lo demás. Así que os aconsejamos que os preparéis para discutir, siempre con respeto y sin cruzar ninguna línea roja. Pero creemos que la mejor manera de resolver una disputa (porque disputas vais a tener muchas) es debatiendo y no dejándolo para mañana. Porque mañana es pasado y la semana que viene estáis divorciados. Que quizás sea lo mejor para vosotros, pero eso ya es otra historia.  
  • Olvidaos de seguir el mismo ritmo que teníais antes. No será la primera ni la segunda pareja que, inconscientemente, pretende seguir el mismo ritmo que tenía antes de que llegue su primer hijo. Pues olvídate. Olvídate de los partidos de pádel, de seguir la temporada completa de tu equipo preferido, de ir todos los días a correr, de ver una película todas las noches o de ir a todos los festivales de verano. Que sí, que hay parejas súper enrolladas que llevan a sus tres bebés a ver a Metallica y les colocan los cascos para que no oigan los punteos del bueno de Kirk Hammett, pero la “realidad” suele ser otra. Kirk Hammett también hace buenos punteos en MP3.  Además, recuerda que tu hijo no eres tú y que es muy probable que prefiera Baby Shark a One.
  • Olvidaos de la privacidad. Siempre sacarás un ratito para ti y tu pareja, por supuesto, pero la relación tal y como estaba concebida, con sus miles de rutinas cómplices, se acabó. Algunas (pocas) se mantendrán y llegarán otras nuevas, quizás mejores que las anteriores. Pero, desde luego, pasarás menos tiempo a solas con tu pareja. 
  • Los días durarán menos. Da igual que vayas a 20 cursos de gestión del tiempo. Cuando llegue tu primer hijo te darás cuenta de que la teoría sirve de poco, hay que ir adaptándose a las circunstancias a medida que el bebé va cubriendo etapas. El bebé te necesita y tu pareja te necesita y eso supone menos tiempo para ti mismo. Es un hecho, no luches contra un imposible ni te amargues la vida: con un bebé en casa, los días parecen eternos, pero duran menos, una paradoja a la que ya le irás encontrando el sentido poco a poco. 
  • Ponte en forma. El aspecto físico es mucho más relevante de lo que parece. Ponte en forma antes del nacimiento del niño. Y si lo estás, ponte un poco más en forma todavía. Especialmente indicado para los papás, claro.
  • Aprende a sacrificarte (por el bien común). Tu bebé te necesita y tu pareja te necesita. Eso supone que tendrás que necesitarte menos a ti mismo. Se llama sacrificio, también maternidad y paternidad.
  • Un nuevo concepto de responsabilidad. Para muchas madres y padres primerizos, la llegada de un bebé es una avalancha de responsabilidad que agota desde un punto de vista tanto físico como mental. El único consejo que te podemos dar en este sentido es que, con el tiempo, la sabrás asumir. Pero es un proceso duro especialmente para aquellas personas que, en su vida anterior, no tenían “tantas” responsabilidades, que es lo más común en nuestros días. 
  • No pretendas ser supermamá ni superpapá. Todo lo que has visto en las películas (o en la mayoría de ellas) es falso. Esas madres que preparan el desayuno con una mano, teclean el ordenador con la otra mientras dan de mamar al niño, no existen. Olvídate de ellas y de las instamamis estupendas. Harás más de lo que creías que podías hacer, sí, pero deberás aprender también a escuchar a tu físico y a tu sentido común. Antes de reventar, para y pide ayuda, porque si tú revientas, el que primero lo sufre es el bebé. Y después, tu pareja y tú. 
  • Trabajad menos y peor. Si pretendéis seguir el mismo ritmo de trabajo y hacerlo todo tan “bien” como antes, la frustración no tardará en llamar a vuestra puerta. Ya te hemos explicado las estadísticas: la principal causa de divorcio es el desgaste por conciliar trabajo y crianza. Aprended a priorizar, pero de verdad. ¿El mundo seguirá girando si trabajáis un poco menos bien? Pues eso. Tranquilo que ya habrá tiempo de volver a ponerte en modo soy el mejor del mundo en mi curro. 
  • No os preocupéis tanto. De verdad, no te preocupes por todo, por cada minucia relacionada con el bebé, porque hay infinidad de minucias y todas juntas pueden formar un terrorífico monstruo de minucias. Preocúpate principalmente de que el niño coma, duerma y haga sus necesidades. Vale, quizás hay alguna cosa más, pero eso es un comienzo. 
  • No pretendáis amar al bebé por encima de todas las cosas desde el minuto 1. Cada padre y madre es diferente. No creas que te vas a enamorar del bebé en cuanto nazca. A menudo es un proceso lento. No te avergüences si las mamis y los papis de Instagram son más enfáticos que tú con su amor a su “precioso” bebé de 3,5 kilos. Los bebés no son muy preciosos cuando nacen. De hecho, algunos no lo son nunca. Pero que quede entre nosotros.
  • No hagáis mucho caso de los consejos de los demás. Cuando llega un niño, todo el mundo se cree en la obligación de darte consejos, incluidos nosotros. La mayoría lo hacen con buenas intenciones, pero cada pareja y cada bebé es un mundo. Y lo que sirve para uno, no sirve para otro. 
  • Sed tajantes con la familia. También cada familia es mundo, pero el grado de intervencionismo de algunos miembros de la familia puede ser un verdadero quebradero de cabeza. Y no estáis para bromitas con un bebé en casa y sin tener ni idea de cómo gestionarlo. Sed respetuosos con la familia, por supuesto, pero tajante si su presencia perjudica. 
  • En busca del equilibrio. No te olvides de ti, no te olvides de tu pareja y no te olvides del bebé, por supuesto. Ahora sois tres y el equilibrio es un poco más inestable, pero se termina encontrando. Más o menos y tarde o temprano. 
  • Pedid ayuda. Y si no podéis solos y veis que todo os supera, no os avergoncéis de pedir ayuda, a la propia familia o a un profesional. Criar un niño es un reto mayúsculo por mucho que se nos suela enseñar solo el lado bueno. Tienes derecho a estar deprimido, de mal humor, cansado y harto de la vida. No te sientas mal por ello, porque es normal.  
Una mujer y un niño - Fuente: Pexels
Una mujer y un niño – Fuente: Pexels

Menudo infierno tener un hijo, ¿verdad? Pues sí, a veces sí, pero ya lo sabes, y esto sí es cierto, en cuanto lo tienes dormido en los brazos, con su cara pegada a tu pecho, (casi) todas las angustias se evaporan. Y todas las angustias se evaporan, no lo olvidemos, porque somos mamíferos que estamos “diseñados” para cuidar a nuestras crías, nuestras hormonas nos exigen “quererlas”, no es un milagro: es nuestra naturaleza.

Eso sí, las angustias reaparecen puntualmente al día siguiente cuanto vuestro amor incondicional choca con todo lo mencionado anteriormente: comienza un nuevo día viviendo una de las experiencias más intensas y sublimes de la vida humana que también es, generalmente, muy enriquecedora para la pareja. Poco a poco.



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