Otras miradas

Alberto Núñez Feijóo, Veep, o cómo hundir candidatos

Guillermo Zapata

Escritor y guionista

Cartel promocional de la serie 'Veep'.
Cartel promocional de la serie 'Veep'.

Me pregunto qué pensó la dirección de la campaña del actual presidente de la Xunta y candidato a las elecciones gallegas del próximo domingo, Alfonso Rueda, cuando se enteraron de que Feijóo había contado en un off ante 16 medios de comunicación que propuso indultar a Puigmdemont para conseguir ser presidente del gobierno de España.

No estaba siendo una buena semana. Venían de hacer un debate en la televisión pública gallega diseñado para que le saliera muy bien, que le había salido muy mal y la estrategia del PP por allí era esconderle en la medida de lo posible.

Días después de hacerse pública la información, el propio Feijóo lanzaría un tuit de apoyo a su compañero en el que no salía por ninguna parte, en lo que sin duda es otro maniobra de una enorme capacidad comunicativa.

En los últimos veinte años las ficciones televisivas han hablado de la política tres formas distintas. La idealista, la cínica y la realista.


La serie campeona de la política idealista y, seguramente, la mejor sobre la importancia de mantener las convicciones, El Ala Oeste de la Casa Blanca, nos mostraba una administración, la del Presidente Bartlet, en la que sus personajes se enfrentaban cada día a la tensión entre "hacerlo bien" y "sacar algo adelante".

La respuesta a esa idealización política y a la fuerza de sus convicciones es la campeona del cinismo: House of Cards. Una serie que opera en una longitud de onda que hay momentos que sintoniza "Radio Qanon" y reproduce buena parte del imaginario trumpista en torno a la ciénaga de Washington y sus poderes en la sombra. Las series cínicas se caracterizan por sostenerse sobre una simulación de realismo que reduce la política a la cancelación del futuro y la norma neoliberal.

En algún lugar entre El Ala Oeste y House of Cards parece situarse (aún no la he visto) Baron Noir.


La ficción realista, sin embargo, es patrimonio absoluto de las comedias. Si queréis saber cómo es la política real ved The Thick of It, ved Vota Juan y ved la joya de la corona: la mejor serie política de los últimos años, Veep. Cualquier fan de Veep sabe que lo sucedido esta semana con Feijóo es un capítulo de la serie que prácticamente se escribe sólo.

Lo que nos enseñan las grandes comedias sobre la cotidianidad de la política es que, en un espacio dominado por una atención rota y una dependencia absoluta de la visibilidad, el problema no es entre la verdad y la mentira, sino entre el caos y el orden. Que Feijóo miente no es novedad. Prácticamente nadie espera a día de hoy que diga la verdad sobre absolutamente nada, pero el problema es el enorme ruido que ha introducido y la quiebra en la dirección de la propia campaña que ha provocado.

Aún así, no conviene despistarse. Las informaciones sobre Feijóo, los indultos y la forma en la que han aparecido nos señalan a algunas cosas bastante graves. Hago una pequeña lista.


  1.  Si tiene que poner en riesgo las elecciones gallegas de su propio partido para defenderse de un mal mayor, lo hará. Es evidente que el off se produce para evitar que sea Junts quién lo cuente.
  2. Si tiene que incendiar el país llamando traidora a una mayoría parlamentaria mientras negocia con aquellos a los que tacha de poco menos (y sin poco menos) que de terroristas, lo hará.
  3. Y si tiene que prometer que en vez de resolver las cosas con las herramientas democráticas, lo hará pervirtiendo las instituciones judiciales porque le son afines, lo hará también.

Estos tres elementos son suficientes para que el PP pierda las elecciones en Galicia y para que nadie, nunca más, se sienta amenazado por sus llamadas a la rebeldía ciudadana. Ojalá sus votantes les pidan cuentas por haberles engañado, pero lo mínimo es que el resto dejemos de actuar como si el aspirante a emperador estuviera vestido.

Sin embargo, la realidad suele no coincidir con las series de televisión, dónde la victoria o derrota de Rueda se basa fundamentalmente en la pregunta: "¿es el protagonista de la serie?" Y en base a eso decidir qué tiene que pasar para que lo siga siendo. En el mundo real las cosas no se organizan en torno a una suerte de ingeniería inversa narrativa, ni a un sentido. El sentido, en todo caso, se lo damos a posteriori, apañándonos con la caja de herramientas de las ficciones que tenemos a mano.

Hay mucha más gente que desea el cambio que gente que cree que es posible. Especialmente en las ciudades más pobladas. Quizás lo más importante que ha hecho Feijóo ha sido romper esa distancia y hacer que la gente crea que, efectivamente, se pueden ganar las elecciones. Puede haber cambio en Galicia. Puede abrirse una nueva etapa.

Ojalá así sea. Las gallegas y los gallegos lo merecen.

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