Otras miradas

No es racismo, ni xenofobia, es oportunismo irresponsable

Sergi Sol

Efectivos de Salvamento Marítimo y del Servicio Marítimo de la Guardia Civil en el puerto de Motril.-EFE / Alba Feixas
Efectivos de Salvamento Marítimo y del Servicio Marítimo de la Guardia Civil en el puerto de Motril.-EFE / Alba Feixas

Esa suerte de derecha que es Junts jamás ha sido extrema como colectivo. E incluso tiene dirigentes de perfil netamente socialdemócrata. Si saca ahora la bandera de la inmigración, vinculándola a la delincuencia, es por puro y simple oportunismo. Olfatean la corriente y se suman a ella sabedores que da réditos electorales. Le han visto las orejas al lobo. Y reaccionan dejándose llevar a merced del oleaje. 

Cuenta Piketty en Capital e ideología que la posición ante la inmigración y la redistribución de la riqueza es lo que mayormente determina la posición del electorado. En Catalunya no se atisbaba partido alguno, catalanista, que levantara esa bandera. Ahora, sí. Digo catalanista porqué en la derecha españolista sí llevan tiempo agitando la inmigración como baza electoral. En Badalona, Albiol tiene un máster con esa matraca. Y ante la impotencia de la izquierda (y su incapacidad para afrontar el debate exigiendo derechos y deberes para todos) resulta que el dirigente catalán del PP ha arrasado en la que es tercera ciudad de Catalunya junto a Terrassa. Claro está que en Badalona tampoco están las izquierdas en buena forma. Y no vayamos a olvidar que el último alcalde socialista fue el primero en arremeter contra la posible apertura de un centro de menores inmigrantes tutelados en la ciudad. Además, se atrevió la alcaldesa socialista de Rubí. En plena campaña municipal lideró una manifestación contra un centro de menores.

Claro que lleva razón Junts cuando enfatiza que el tema de la inmigración presenta un reto gigantesco y que podría llegar a poner en entredicho la cohesión social. Ocurre que Junts pone el acento en la delincuencia. Y esa es una asociación de ideas muy peligrosa e interesada que por ese camino lleva irremisiblemente a una deriva.  

También es verdad que la izquierda a menudo no sabe cómo gestionar las contradicciones. Chirría mantener la defensa del estado del bienestar con el internacionalismo proletario (pario). Si los que llegaran en masa fueran ricos no habría problema. Pero son pobres y a menudo sin formación alguna. Abrir las fronteras con el "Papeles para todos" es obvio que plantea un problemón. Otra solución facilona a un complejo problema. Largo Caballero, siendo Ministro de Trabajo, implantó una medida sobre como obligar a que los temporeros fueran naturales del municipio. Luego, en el 33, la derecha eliminó esa restricción para poder traer trabajadores portugueses y reventar los salarios. Cuando la izquierda volvió al poder en el 36 reimplantó la medida. Esa problemática también se ha dado en la UE, con trabajadores de la Europa Oriental. La libre circulación de trabajadores permite esa triquiñuela. Mano de obra barata en detrimento de los salarios.  


Trump, en Estados Unidos, se jactaba de haber construido una inmensa valla en la frontera mexicana. Pero quien más kilómetros levantó fue Obama que fue también quien más policías destinó a vigilar esa valla.  

En España, el PSOE le montó un pitote a Rajoy por no permitir que centenares de inmigrantes que habían sido rescatados en alta mar atracaran en puerto español. Es el caso del Aquarius. Sánchez sí lo permitió, pero cuando volvió a ocurrir se negó. Argumentó que España sola no podía hacerse cargo. Al final, un grupo de países europeos acordaron solidariamente acoger a esos migrantes. A España le tocaban 140. Sólo entraron una docena. A todo esto, el Ejecutivo más progresista de la historia -también con Pablo Iglesias- mantuvo la valla de Ceuta y Melilla.  O sea, si se juegan la vida en un barquito hacinado o en un cayuco igual se les da cobijo. Si cruzan la frontera terrestre, saltando la valla, se los muele a palos. 

Junts no es para nada un partido racista. Ni de extrema derecha. Pero su oportunismo y angustia los lleva a hacer planteamientos más propios de posiciones extremas. Claro que se debe poder hablar de multireincidencia y exigir derechos y deberes del primero al último de nuestros congéneres. Pero lo que delata intención es vincular inmigración a delincuencia. 


Oportunismo porqué saben -como cuenta Piketty- que la posición ante la inmigración determina muchos votos. Y a eso van, aprovechando la corriente de fondo. Y angustia porqué temen que arraigue un partido nacionalista de carácter identitario que les reste apoyo electoral. Como ocurrió en Ripoll, con Junts como principal perjudicado. O en Manresa o Vic, en la Catalunya interior. La vía para evitar ese riesgo de fuga de votos es simple y llanamente hacer propuestas de sesgo derechista que nada tienen que envidiar a lo que plantean significados alcaldes de la derecha rancia. 

Junts pretendía ser un partido progresista -conviven diversas almas en su seno- aunque su política fiscal se parece más a la del PP que a la de la izquierda. Algo parecido ocurre con la regulación del precio del alquiler. O con las pensiones. Pero se iba trampeando. Pero cuando toman el derrotero del binomio delincuencia/inmigración no hay duda de donde están. Lo peor es que finalmente dicen justificarlo por patriotismo cuando lo que de verdad están haciendo es desprestigiar y estigmatizar a un catalanismo que siempre tuvo la premisa que es catalán todo aquel que vive y trabaja en Catalunya.

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